Lidiar con el sufrimiento ajeno
- Sofia Cherigny
- 26 ene 2023
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 9 feb 2023
Muchas veces nos es más difícil lidiar con el sufrimiento de alguien a quien queremos que con el nuestro propio. La impotencia de no poder meternos en la mente de esa persona y librarle del dolor nos genera mucha frustración, tristeza y rabia.
Cargar con la mochila del otro teniendo una propia bien pesada es difícil y desgastante para todo ser humano, sobretodo si interviene el apego que tenemos a esa persona y ya entran en juego cientos de conceptos y emociones que se mezclan, se enredan y forman un batiburrillo peligroso.
¿Cómo podemos llevar mejor esta situación?
Vamos a ir desgranando conceptos;
Es nuestra responsabilidad como seres humanos con el común objetivo de ser felices el ser compasivos e intentar ayudar al máximo a las personas con las que compartimos la vida, ya sean nuestros familiares, amigos o cualquier persona que se nos cruce por el camino. Nuestra felicidad y la de otros va unida, y no la encontraremos hasta que realmente actuemos en beneficio de los demás con bondad, generosidad y compasión. Esto es el principio básico del budismo y algo que, si habéis leído algún otro post o algo de budismo, ya tendréis un poco interiorizado.
Ahora bien, hay otros puntos que también debemos entender:
1. Podemos ser felices aún habiendo infelicidad a nuestro alrededor. Éste es un punto que puede ser difícil de entender porque parece que vaya en contra de todo lo que hemos dicho antes. Pero en realidad no es así. Que nuestra felicidad y la de otros vaya unida no significa que yo no puedo ser feliz si el de mi lado no lo está. Todo lo contrario. Debemos cultivar nuestra felicidad y aportar esa felicidad a los demás. Expandirla, abarcar con ella a todos los que pueda. ¿De qué les va a servir a los otros que yo sea miserable? De más bien poco o nada.
No hay que malinterpretar este concepto. Cultivar nuestra propia felicidad y expandirla no significa irse de compras y después darle un euro a un mendigo. Ni es eso felicidad para nosotros ni ayuda y compasión hacia otros.
Cuando decimos que nuestra felicidad y la de otros va unida quiere decir que sólo encontraremos la nuestra propia cuando también BUSQUEMOS activamente la de otros. De manera auténtica, con toda la bondad, generosidad y amor de nuestro corazón. De manera natural seremos felices así.
Creo que éste es un punto importante porque muchas veces podemos sentirnos egoístas, malas personas, culpables, por intentar ser felices cuando vemos y sentimos tanto sufrimiento a nuestro lado. Pero intentar encontrar ( de la manera adecuada) la felicidad es siempre un acto de valentía y generosidad. Siempre va a repercutir de manera positiva en los demás. Piénsalo al revés, si fueras tú el que está sumido en la oscuridad, querrías ver a tu lado una luz? O querrías más sombras? Ocuparte de ti mismo, de mantenerte sereno, estable, feliz, mentalmente fuerte es siempre algo POSITIVO para todos los de tu alrededor.
Si sobreviene la culpa cuando te sientes BIEN, por no estar rebozándote en la tristeza o la desesperación, considera como una virtud que tu mente sea capaz de mantenerse estable. Considera como un acto de generosidad que seas capaz de cultivar tu felicidad para expandirla a los demás. Considéralo un regalo para la persona a la que quieres ayudar.
2. Conectando con lo anterior, hemos dicho que podemos ser felices aún cuando el de mi lado no lo está. Que podemos y deberíamos. Porque para ser felices debemos BUSCAR la felicidad de los demás. NO ENCONTRARLA. Eso queda fuera de nuestro control.
Te comprometes a intentar aliviar el sufrimiento, pero no asumes la responsabilidad del resultado. No depende de ti. Hay una gran parte que nunca va a depender de ti y a la que no vas a llegar. Hay que interiorizar y aceptar eso. Ayuda lo máximo que sientas que puedas y SUELTA. No te focalices en el resultado para evaluar cómo de bien o de mal estás haciendo o has hecho las cosas. Lo has hecho lo mejor que has podido y sabido. Pon tu atención en hacer ahora las cosas lo mejor que puedas. Hasta donde llegues y hasta donde sepas. Y ya está. Suelta el control. Suelta el mando mental, porque no lo tienes. Nadie lo tiene.
Por mucho que deseemos la felicidad del otro, no podemos brindársela. No nos podemos meter en la mente de otra persona y poner fin a su dolor. Podemos influir mucho, está claro, pero nunca tendremos el control absoluto de la felicidad o la infelicidad de otra persona. Es difícil asumir esto, no nos gusta no tener control sobre las cosas que más nos importan. Pero si lo aceptamos, podremos vivir más relajados, más tranquilos y con el foco en lo que podemos hacer e impactar y no en lo que no podemos hacer nada.
3. Cada persona tiene sus propios sufrimientos según su karma, y tiene unos aprendizajes distintos que hacer en esta vida. Obviamente no nos tenemos que desentender, ya lo hemos repetido mucho, pero también tenemos que dejar que los otros hagan ese aprendizaje. No podemos hacerlo todo por ellos. No resultaría en nada beneficioso para esa persona si intentamos colocarnos en su lugar y pasar todos los procesos por ella.
Nosotros mismos también hemos sufrido y sufrimos y hemos tenido que elaborar nuestros propios duelos. En ello seguimos.
La persona a quien queremos tiene que transitar también estos ciclos de dolor y aprendizaje. Tenemos que apoyar, ayudar y acompañar pero dando también un poco de espacio, porque hay cierta parte que uno tiene que hacer solo consigo mismo. No hay otra manera de recorrer el camino.
De la misma manera creo que tenemos que confiar un poco más en el otro. Con nuestras personas de apego tendemos o a idealizarlas de manera sobrehumana como si fueran invencibles e inmunes al sufrimiento, o todo lo contrario; les vemos como débiles pajarillos que necesitan constante atención y ayuda para sobrevivir. Ni una cosa ni la otra. Todos los seres humanos somos muy vulnerables, pero a la vez tenemos una fortaleza increíble. Lo puedes ver en ti. ¿Cuántas cosas, dramas, situaciones, emociones has tenido que transitar en esta vida? Y aquí estás. Pues los otros también tienen esa misma fortaleza, todos la poseemos, por muy escondida que esté. Confía en eso, confía en su capacidad de superar esta situación y las otras que vendrán.
4. Tenemos que saber cuándo necesitamos descansar mental y físicamente para poder volver con fuerzas otra vez. Cargamos nuestros propios sufrimientos y asumir el de una persona con la que tenemos un gran apego puede producir un desgaste enorme. Si nosotros necesitamos recursos para dar, tendremos a veces que recargarlos para poder seguir dando.
Tenemos una vida compleja con varias personas importantes a las que atender, uno o más trabajos que cumplir, hobbies que seguir cultivando para nuestra salud mental y física, más nuestras tareas obligadas de mantenimiento de nuestra casa y nuestro cuerpo. No podemos dedicar toda nuestra energía mental a una persona o una situación. No vamos a resolver nada así, lo único que conseguiremos es provocarnos una depresión a nosotros mismos y así no poder ser de ayuda para nadie, más bien todo lo contrario.
Necesitamos, más que nunca, estar focalizados en el presente. Conecta con las otras personas y seres de tu alrededor, con lo que están pasando, con lo que necesitan. Conecta contigo mismo. Estate concentrado en las tareas que haces y permítete disfrutar de ello. O no. Pero intenta enraizarte lo más que puedas al momento de AHORA.
Eso no significa que abandonemos nuestro compromiso. No significa desconectarse de esa persona y sus problemas. Siempre estamos unidos a las personas que amamos con un vínculo constante más profundo de lo que sospechamos.
Sostenemos eso en el corazón, pero no tenemos que sostenerlo en nuestra mente todo el rato.
Necesitamos una mente estable y sana. Sé que es muy difícil, cuando hay una situación de este tipo, no estar incesantemente dando vueltas a pensamientos obsesivos que no van a ninguna parte, pero nuestro compromiso con esa persona abarca también cuidarnos a nosotros y estar atentos y presentes a nuestra vida. Así que te puedes reservar un espacio de tiempo diario para darle rienda suelta a todo ese dolor y esa rumiación. Pero con la consciencia de que después tienes que estar despejado, tranquilo y atento para poder realmente ser de beneficio a los demás.
5. Para combatir la IMPOTENCIA de sentir que realmente no estás aportando nada muy valioso, o que no puedes hacer todo lo que querrías, es muy útil hacer PLEGARIAS. En vez de estar dando vueltas y vueltas a los mismos pensamientos, es mejor simplemente enviar a la otra persona el deseo de que esté feliz, de que esté en paz y libre de sufrimiento. Podemos hacerlo de la manera que queramos, normalmente recomendaría hacerlo sentados y calmados. Evocamos a la persona a la que le queremos enviar la plegaria, hasta que surge en nosotros de manera natural todo el afecto y amor que le tenemos. Entonces repetimos mentalmente las palabras: “ Que puedas ser feliz, que puedas estar en paz y ser libre de sufrimiento”. Se repite en ciclos de 3 veces. Puedes hacerlo las veces que necesites, hasta que te sientas más confiado, tranquilo y centrado.
En el budismo las plegarias significan algo más que un mero ejercicio mental, es decir, se considera que tienen un impacto real en la persona a la que va dirigida, pero incluso aunque no creas eso y lo consideres simplemente un ejercicio para ti, realmente es muy útil porque genera poco a poco una confianza real en las palabras que estamos pronunciando, nos da más determinación en nuestro compromiso por acompañar en ese camino al otro y genera un amor en nuestro corazón que reduce el sufrimiento que albergamos, aparte de que detenemos un poco el contínuo machaque mental al que nos estamos sometiendo.
6. Cuando estamos muy obcecados y enfocados en una situación, tenemos que ampliar nuestra perspectiva. Si miramos un poco más allá de nosotros, de esta situación, de nuestra familia, veremos que hay situaciones parecidas por todas partes. Hay sufrimiento y dramas allá por donde miras y escarbas un poco. No es que todo el sufrimiento ajeno tenga que hacernos sentir mejor, pero ver que no estás solo en esto, que tantas y tantas personas están pasando ahora mismo por una situación muy parecida a la tuya, puede hacerte recorrer el camino con una sensación distinta. Si conectamos realmente con esto, nos sentimos parte de un gran barco en el que vamos todos, y no nos sentimos aislados con nuestro dolor. Esta pequeña diferencia puede ser, a veces, muy importante.
La vida puede ser oscura a veces. Vivimos en una montaña rusa transitando zonas de luz y zonas oscuras constantemente. No podemos controlar las situaciones que se nos presentan. No tenemos el control absoluto sobre qué les pasará a los otros ni a nosotros mismos.
Podemos estar siempre luchando contra eso y que nos amargue la vida. Pero también podemos relajarnos, asumir que las circunstancias externas en gran parte no dependen de nosotros y asumir el control de lo que realmente puedes controlar. A ti mismo. Tu mente, tus actos, tu felicidad o infelicidad. En realidad la montaña rusa está solo en nuestra mente.
Podemos cultivar una consciencia tranquila, serena y en paz y encontrar la felicidad volcándonos en los demás y cuidando de nosotros mismos de una manera sabia y responsable.
Soltando las expectativas y disfrutando de lo bueno que nos ofrece la vida.
Ése es el mejor regalo que puedes hacer a todas las personas de tu alrededor.
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