Cuidarse a uno mismo
- Sofia Cherigny
- 15 mar 2022
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 9 feb 2023
En estos últimos años, desde la psicología occidental y todos los sectores relacionados con el cuerpo y la psique, se está poniendo mucho énfasis en la importancia de quererse y cuidarse a uno mismo. Estos aspectos van desde hacer ejercicio, yoga, meditación, cuidar la alimentación, ir a terapia...hasta ir a la peluquería, hacer viajes, tener tiempo de entretenimiento, darse masajes...un sinfín de actividades destinadas a cuidar el cuerpo y la mente de cada uno y a dedicarse tiempo y placeres. Parece que el problema radica en que entre nuestras obligaciones laborales y personales, vivimos volcados hacia los demás y sus necesidades y no tenemos tiempo para dedicarnos a nosotros, a nuestros cuidados y nuestros placeres, y que cultivando eso conseguiremos salud, paz, estabilidad y felicidad.
Hay varios puntos ciertos y hay una verdad latente en todo esto. Habitamos un cuerpo y es nuestra obligación mantenerlo saludable. Poseemos una mente, y lo más importante que podemos hacer es entrenarla y llevarla en una buena dirección. Pero también hay varios puntos errados de raíz en todo este supuesto, y varias cosas mezcladas que poco tienen que ver con cuidarnos de verdad y mucho con proteger y mimar nuestro ego y con confundir placer y felicidad. Vamos a intentar ir desgranándolo para entender por qué esta corriente, tal como está planteada y elaborada en la sociedad, no está destinada a aportarnos felicidad.
En este otro artículo ya vimos qué era la felicidad y cómo surge el sufrimiento. Sabemos entonces que el origen del sufrimiento está en el ego, en permanecer apegado a esa identidad que tenemos de “yo”, intentando constantemente atraer lo que nos gusta y evitando lo que no nos gusta y lo que pondría en peligro a ese ego.
Vivimos en una sociedad extremadamente egocéntrica, nuestro mundo gira alrededor de nuestras propias necesidades, deseos, anhelos, odios...y entramos constantemente en conflicto con otras personas porque cada uno defiende los intereses de su pequeño mundo particular.
Sin embargo, lo que se nos ha dado a entender desde la psicología es que el problema reside en que no le prestamos suficiente atención a las necesidades de nuestro ego, cuando es justamente ese permanente anhelo de satisfacer lo nuestro lo que nos hace vivir en lucha con el mundo, con nosotros mismos e infelices.
Podría parecer que vivimos volcados en los demás. Trabajamos para otras personas, cocinamos y limpiamos muchas veces para otros, incluso cómo vestimos y qué decimos va enfocado a agradar a otros. Sobrevuela en nuestra cultura la conminación a ser buenas personas y la necesidad de agradarles. Es fácil entonces llegar a la errónea conclusión que esta ansiedad o insatisfacción que nos acompaña a todos en mayor o menor medida viene dada justamente por una excesiva entrega a los demás y una falta de atención a las necesidades propias.
Ésa es la manera burda de verlo. De manera más sutil podemos ver hacia dónde está enfocada nuestra mente durante todos los momentos del día. Desde que nos despertamos, intentamos atraer hacia nosotros todo lo que nos gusta y apartamos y evitamos todo lo que pensamos que nos puede ser negativo. Actuamos como protectores de nuestro “yo”, enfadándonos si lo atacan, mimándolo con todas las cosas buenas posibles, con halagos, con placeres...Realmente nuestra mente no está enfocada en los otros de una manera profunda. Querer agradar a los demás y actuar en consecuencia no es una forma de altruismo o un enfoque compasivo, sino otra manifestación de ese excesivo apego a nuestra identidad, ya que buscamos aprobación para reafirmar nuestro ego y rechazamos y sufrimos las críticas a éste porque lo menoscaban. Nuestra mente está enfocada en lo que recibimos de otros y no tanto en lo que damos, y justamente por eso siempre vamos a sentir que necesitamos algo más.
La mejor manera de cuidarnos a nosotros mismos pasa, entonces, por abrir poco a poco nuestro campo mental y poner atención a las necesidades de las otras personas.
Cuando nuestra mente está realmente enfocada en otros, nuestro "yo" se diluye un poco, generando una felicidad profunda.
ESO ES CUIDARSE A UNO MISMO
No se trata de dejarse pisotear ni de complacer a los demás desde el victimismo o la inseguridad para buscar su aprobación. Eso es actuar desde el ego. Cuando apartamos un poco ese ego, podemos crear una intención real de considerar los intereses y la felicidad de otras personas como propios generando así una verdadera conexión con las otras personas.
Cuando dejamos de estar tan centrados en lo que yo quiero, lo que yo necesito, y ponemos ese foco en los otros, cesa un poco esa sensación de insatisfacción.
Eso tampoco quiere decir que tengamos que descuidarnos a nosotros mismos, nuestra salud, nuestros intereses, incluso nuestros entretenimientos y pequeños placeres.
Es necesario cuidar nuestro cuerpo, llevar una buena alimentación, hacer ejercicio.. Pero teniendo muy en cuenta que el cuerpo no es el fin en sí mismo, es sólo una herramienta que nos permite poder conectar con los demás. Este culto al cuerpo que vemos hoy en día no es más que un desmesurado apego a una parte de ese “yo”. Y es muy poco inteligente por nuestra parte poner mucha atención e invertir tanto en algo que en sí mismo no nos va a generar ninguna felicidad y que está abocado a estropearse, enfermar, morir y desaparecer.
Del mismo modo es vital entrenar la mente para mantenernos serenos y claros a través de la meditación, el ejercicio. Es importante también generar y mantener unos intereses culturales y otras actividades que nos mantengan en buen estado mental.
Pero eso no basta, y ésa es la clave. Ésa es la base pero nunca va a bastar nuestro propio bienestar si sólo nos abarcamos a nosotros.
Si esperamos a sentirnos realmente completos y llenos de paz y felicidad estables para entonces abrirnos al mundo, no nos vamos abrir nunca, porque la felicidad pasa por buscar la de otros y no sólo la nuestra. Desde una base de salud, sí, pero con el objetivo de integrar a todos los otros seres en esta búsqueda de felicidad compartida.
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