Autoestima
- Sofia Cherigny
- 21 may 2022
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 9 feb 2023
Todos sabemos, en mayor o menor medida, de qué hablamos cuando nos referimos a la autoestima. Es un término muy en boga en la psicología actual, que considera que vivimos una epidemia de baja autoestima y que ésta es la causa de muchos trastornos psicológicos.
Vamos a ver primero qué es la autoestima para la psicología occidental y qué propone para fortalecerla, y después veremos qué dice el budismo sobre ello.
Según la psicología tradicional, la autoestima es la valoración que hacemos sobre nosotros mismos, el grado de estima que nos tenemos. ¿En qué se basa esta autoestima? En nuestras virtudes y defectos, nuestros logros o fracasos…en definitiva, en cómo valoramos ese “yo” que hemos ido construyendo a lo largo de nuestra vida.
La psicología propone que la baja autoestima viene de estar focalizado en nuestras cualidades negativas y no ver o valorar nuestros éxitos o virtudes. Propone entonces un cambio de enfoque, centrado en apreciar nuestras cualidades positivas y aceptar nuestros defectos como parte del camino de aprendizaje. Se hace una distinción entonces, entre alta autoestima y baja autoestima, donde la alta autoestima (sin pasarse, eso sí) sería la deseable y la base de una buena salud mental, y la baja autoestima todo lo contrario. Se destinan muchísimos recursos a enseñar cómo fortalecer la autoestima, cómo tener una mejor percepción de nosotros mismos, confiar en nuestras capacidades y cuidarnos y valorarnos.
Esto es muy a grandes rasgos obviamente, cada escuela tiene sus particularidades y hay mucho más contenido detrás, pero no me puedo extender infinitamente en este punto y es la base la que me importa dejar clara, porque son esas bases las que el enfoque de la psicología budista rebate.
Establecido esto, entonces ¿Cómo casa esta visión con el budismo? Pues casar, casa mal. Vamos a ver punto por punto por qué.
La autoestima “occidental”, para entendernos, está basada en el concepto que tenemos de “yo”. Este constructo de “yo”, según el budismo, es irreal, es una invención que construimos para aferrarnos a algo. Esa percepción que tenemos de tener tales cualidades o defectos y ser un ente sólido separado del resto de personas está totalmente alejado de la realidad.
No somos nuestras cualidades y defectos. Éstos son totalmente parciales, cambiantes, dependientes de las situaciones, subjetivos y que necesitan de la comparación para existir.
Vamos a poner un ejemplo. Si tengo baja autoestima porque soy feo, primero estoy eligiendo un valor. Estoy eligiendo el valor “aspecto físico”. Después estoy cogiendo una parte sumamente parcial, sumamente insignificante entre todo el constructo de “yo” y la estoy magnificando hasta el punto en que eso es lo que me define. Todo este juego, además, sólo sirve si es en comparación. No sabemos lo feos o guapos que somos si no es en comparación con otros, no existe ese constructo si no es en comparación con otros.
El lado contrario a la baja autoestima no es la alta autoestima, sana e imprescindible como base para llevar una buena vida, según la psicología tradicional. No se puede construir una sana autoestima en base a constructos cambiantes, parciales y que necesitan de la comparación para subsistir.
El otro extremo de la baja autoestima sería entonces el orgullo.
En el orgullo volvemos a coger otro constructo, por ejemplo “tengo un trabajo prestigioso”, en el que estamos categorizando y valorando a las personas por sus títulos y éxitos profesionales. Cogemos ese aspecto totalmente parcial de nosotros y lo elevamos a niveles estratosféricos hasta el punto que nos define como personas y nos sirve para ponernos por encima de los otros que tienen menos títulos o posición social que nosotros.
Tener una (mal llamada) alta autoestima porque sé hacer tal o cual cosa, tengo esta u otra destreza, estos éxitos, este cuerpo o lo que sea a lo que nos estemos aferrando de nosotros mismos, no se sostiene.
No se sostiene por ningún lado.
Porque son cosas cambiantes, y siempre habrá alguien más guapo, con más éxito, más culto, más inteligente, con un mejor marido o con más lo que sea a lo que demos importancia.
Si nos basamos en eso, nuestra autoestima va a estar contínuamente dando bandazos, pasando del orgullo a la minusvaloración.
Este tipo de autoestima, además, nos mantiene alejados emocionalmente de los demás, porque de alguna manera nos estamos construyendo en base a la comparación, y el mundo se vuelve una competición, en el que tenemos que estar atentos para que no nos pasen demasiado por delante.
¿Qué somos realmente entonces y en qué nos tenemos que basar para valorarnos?
Yo creo que lo primero que tenemos que hacer es plantearnos cuáles son los valores que estamos usando para medirnos a nosotros y a otros. Si estoy orgullosa de mí misma por haber conseguido este trabajo, por el cuerpo que tengo, por lo que he viajado…Podemos ver que a lo que le estoy dando valor en la vida y el rasante para medir a las personas es bastante superfluo, totalmente volátil y que además no es algo sólo mío, intrínseco a mí misma. El aspecto que tienes no es mérito tuyo, viene de tus padres, si has podido estudiar es porque has tenido circunstancias en la vida que han sido favorables a ello, padres, profesores que te han sostenido…todo lo que tenemos y lo que somos está en relación a otros, por lo que no hay nada realmente “nuestro”.
Después tenemos que ver, si no podemos basarnos en nuestras cualidades y defectos y en nuestros dones y virtudes para valorarnos, porque son cambiantes y temporales, ¿en qué me baso?
Todas las personas tenemos una naturaleza búdica. Esto, que puede sonar muy esotérico, sólo significa que tenemos la capacidad de despertar, de ser plenamente felices. Que detrás de todo el embrollo, tenemos una mente clara, pura, con infinitas cualidades y que está estrechamente vinculada a todos los otros seres en el mundo. Esa parte es a la que todo el mundo intenta acceder, sin saber muchas veces siquiera que está ahí. Pero está.
Y esas cualidades son atemporales, no son cambiantes, no dependen de la situación, y no dependen de la comparación. Todo el mundo las tiene y todo el mundo puede acceder a ellas. Y es en estas cualidades en las que se basa la autoestima budista, una autoestima sana, estable, duradera y fuerte.
¿Cómo se construye entonces esta autoestima?
La autoestima se genera a partir de la CONFIANZA de sentir que tenemos estos recursos internos y de UTILIZAR estas cualidades. ¿Qué cualidades? El amor, la generosidad, la compasión, la sabiduría…cuanto más actuamos en base a esto, más estamos en contacto con estas cualidades y más confianza tenemos.
Sabemos que tenemos un POTENCIAL, y podemos aceptar nuestras limitaciones porque sabemos que vamos por el camino correcto.
Siempre tenemos este potencial de cambio, todos contamos con ello, no depende de las situaciones de la vida ni de cómo nos encontremos con respecto a otros.
Al contrario que la autoestima tradicional, la autoestima budista nos conecta con todos los demás seres, no hay nada por lo que competir porque todos contamos con el mismo potencial y vamos juntos en la misma dirección.
Nos valoramos porque sabemos que contamos con esas capacidades y estamos activamente en contacto con ellas, nos aceptamos porque entendemos que estamos en el camino, pero aún nos queda mucho por recorrer y aprender. Animamos a los otros en esta senda porque reconocemos sus capacidades y podemos aceptar también sus limitaciones.
Una autoestima sana pasa entonces por deconstruir la idea que teníamos formada de lo que “yo” soy, y construirnos en base a lo que realmente somos y lo que realmente importa.
Комментарии